enero 14, 2016

In Memoriam: David Bowie (1947 - 2016)


Hace sesenta y nueve años un chico cayó en la Tierra como una estrella fugaz. Aterrizó en el lecho de una familia de Brixton, al sur de Londres; su padre fue un trabajador social, su madre mesera y acomodadora de cine. Creció en la Inglaterra gris de los años de posguerra siendo un niño prodigio que muy pronto conocería las pasiones que desarrollaría en su vida: el arte, el diseño y la música. También tenía vena de chico noviero y pendenciero; en una pelea de chicas con un amigo (el ilustrador George Underwood), recibió la lesión ocular que marcaría su estampa para siempre, la anisocoria que dilató su pupila izquierda y destiñó su iris. Un camaleón de pinta marciana había surgido en el Londres profundo; su destino estaba marcado, sería un héroe para toda la eternidad.

Aquel chico que transformaría a la cultura popular para siempre fue bautizado como David Robert Jones; hoy lo conocemos, admiramos y lloramos su muerte terrena con el nombre de David Bowie. Cuatro sílabas que son la tectónica de una época bendita, el sinónimo más sonoro de vanguardia pop; en sus numerosas facetas y reencarnaciones, fue algo más que una leyenda del rock británico, fue el ícono más heterogéneo de innovación y exploración artística que haya visto la cultura durante los últimos cincuenta años. Bowie fue un motor inmóvil de innovación, un creador de tendencias sin parangón; más allá de las modas y los calendarios, su nombre y su imagen cambiaban el juego con un solo golpe de timón, el presente y el futuro los hacía uno solo.

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El legado de David Bowie para la cultura de Occidente abarca la mayoría de sus campos artísticos y se expande hacia lugares tan disímiles como las tecnologías de la información y la economía musical; a final de cuentas, la música es el punto más importante, así como su devenir por todos los géneros nominales. Lo que comenzó con la psicodelia sesentera se convirtió más tarde en glam rock, soul, minimalismo, rock progresivo, new wave, jazz, pop y música electrónica. No sería del todo justo afirmar que Bowie fue solo un polímata de los lenguajes sonoros de las décadas, ya que su influencia en la transformación y establecimiento de muchos de ellos y de la génesis a posteriori de otros más lo convierten en un non plus ultra para la música de Occidente.

En palabras del director español de cine David Trueba, Bowie "entendió que no bastaba con ser cantante, había que ser personaje y estética, multifuncional y disfuncional, transgresión y autoridad, popular e íntimo, que el único argumento es el escenario". Al servicio de la estética musical, transformó por completo su imagen, se volvió un genio de la interdisciplina artística; sus personajes, vestuarios y actitudes encarnaron sus intenciones expresivas y le permitieron tomar escenarios más allá del sonido. Major Tom es un astronauta de tragedia espacial, Ziggy Stardust y Aladdin Sane son dos rostros del mismo marciano glam mensajero de esperanza ante un inevitable Apocalípsis y el Thin White Duke es un crooner de la cocaína con reminiscencias a Dorian Gray.

Entre Londres, París, Filadelfia, Berlín y Nueva York, el inquieto David Bowie asentó los cimientos de su imperio; acompañado de figuras seminales como Tony Visconti, Brian Eno, Mick Ronson, Iggy Pop y Lou Reed, por mencionar a algunos, fue dándole forma a tremendas canciones de pop acompañadas por provocativos cambios de imagen y llamativos montajes escénicos. Pocas cosas son aburridas o monótonas en el universo sonoro de Bowie; se pueden encontrar grandes dosis de guitarras, atmósferas ambientales de música electrónica, exploraciones rítmicas de sangre africana, canciones bailables, dosis estimulantes de soul, sonidos industriales, expresión descarnada, simbolismo, surrealismo, referencias literarias y voluntad artística sin límites en todo momento.

Hombre de mil talentos, David Bowie también fue actor de teatro y cine, disciplina que adoptó desde los inicios de su carrera bajo el régimen del bailarín Lindsay Kemp y que supo desarrollar en diversas producciones bajo la dirección de directores como Martin Scorsese, Tony Scott, Jim Henson, David Lynch y Christopher Nolan. En el escenario realizó una importante y muy alabada interpretación de El Hombre Elefante, quizás una de las más difíciles de realizar para cualquier histrión. Bowie llevó su habilidad para la transformación más allá de la música; como ya se ha dicho, su instinto creativo era insaciable.

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Han pasado poco más de dos días desde la terrible noticia, ha sido difícil de digerirla; el futuro ha muerto un poco con su vida terrena, pero queda de David Bowie una obra de delicada artesanía y arquitectura monumental. Durante las últimas horas ha brillado con mayor intensidad esa pulsión de muerte, tan presente y tan sutil, que imprimió en sus dos últimos trabajos de estudio, The Next Day (2013) y Blackstar (2016). Esa larga despedida estuvo ahí todo el tiempo, esas referencias oscuras a la trascendencia y a la vida después de la muerte, ninguna de ellas parecía darnos pistas de un artista enfermo, carcomido por un terrible cáncer en el hígado; supongo que el mundo se dejó llevar ciegamente por la euforia del primer disco del genio en una década y jamás preguntó si ese era el final en lugar de un siguiente día.

Sin que nadie más que los verdaderamente suyos lo supieran, David Bowie nos entregó un último acto de histrionismo, el guión de su propia muerte, aletargada en forma de una larga despedida donde nunca dejó de ser el genio inquieto que siempre fue. No dejó de haber vitalismo en su vida personal, apegada en sus últimos años hacia la familia pero con escapadas para grabaciones y ensayos teatrales que no lograron consagrarse. En las postrimerías de una vida llena de emociones y creaciones, Bowie no dejó de intrigar al mundo con trabajos arriesgados y lenguajes provocadores; si bien The Next Day fue una resurrección deseada, Blackstar es una elegía llena de ímpetu y revuelo.

Al final, la gran estrella no dejó de irradiar energía hasta el último de sus días; al final, Bowie se volvió una estrella negra, como el título de su testamento musical, ha agotado hasta su último átomo de energía y ha decidido ser invisible hasta el instante final. Los astrofísicos dicen que el Universo es demasiado joven aún para albergar una estrella negra; lo mismo pasará con la impronta de David Bowie en nuestro universo, nunca veremos su fin, pero sabemos que su energía seguirá por ahí presente, en todas partes.

Descanse en paz.

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