diciembre 23, 2016

Se buscan razones para escribir


Han pasado tres meses desde la última vez que tomé este blog y me puse a escribir. No he tenido energías, mi pluma está perdida entre mis pantalones y mi corazón. Mi vida sigue estable en muchos sentidos, pero mi voz está seca y mis palabras se van con el viento. De hecho, en este texto no hay estructura, ha salido tal como lo he pensado.

El mundo no dejará de girar, a pesar de que la destrucción sigue percudiendo sus adentros; cada día me queda más claro que mi generación tiene una enorme responsabilidad, crear un futuro viable tras décadas de una decadencia llena de avatares y circunstancias. Este año no ha sido del todo luminoso para el planeta, mucha gente valiosa ha dejado el mundo, los viejos rencores que contaminan nuestro pulso vital como raza dominante han encontrado nuevos aires y las circunstancias lucen más adversas que nunca.

Donald Trump será presidente norteamericano; lo que hace unos meses sonaba como una broma de mal gusto ahora motiva un plan de emergencia a mediano plazo para México y otras partes del mundo. Más allá de la inestabilidad económica y de la incertidumbre social, nos vemos forzados a un positivismo desalentador; no es el fin del mundo, pero el mundo se verá traumatizado. En Siria no deja de haber ataques, no deja de haber desplazados, no deja de haber muertes; las indignaciones son palabras vacías, indignas ante la infamia. En Berlín reapareció el terror del ISIS y en Ankara fue abatido un diplomático ruso. Si rusos y americanos no logran concordia, el planeta agoniza lentamente.

Mudanzas van, mudanzas vienen: mi trabajo cambia de sede una vez más. Laboraré más cerca de casa, pero con los cambios bruscos que amerita mover toda la infraestructura y la mercancía de una casa de subastas. Mi adaptación a los cambios se pone a prueba: oficina nueva, vecindario nuevo, rumbos nuevos, metas nuevas, retos nuevos. El año que está por terminar fue el de mayores aprendizajes en mi vida laboral; con el apoyo de mi querida jefa A.N. y de la mano de mi mentora D.P., aprendí un mundo nuevo de posibilidades. Cuando ella se mudó para tomar la sede de Monterrey, - larga historia - supe que era el momento de conservar su legado. Hoy puedo decir que es el legado de ambos y de mi compañera A.A., quien por seis meses estuvo conmigo, con los fotógrafos, R. y M. y con nuestro asistente, J.

Mi psicoanalista me dice que tengo que escribir más. Supongo que sigo en búsqueda de una razón para escribir que no sea la vida moderna como argumento puro sino como una historia que valga la pena. Mis anteproyectos de narrativa son como esas orquídeas que cuando se riegan demasiado se ahogan pero que si no se les da suficiente agua se secan; sus raíces siguen albergándose en mis obsesiones, mi visión actual del mundo y en mi historia personal. Mi única disciplina es el trabajo, levantarse a tal hora, cumplir mis deberes y volver cansado a casa. Insisto en mi tesis de que me falta sed, me falta pasión; el talento está por verse, en él confío.

No espero que entiendan mis razones para ausentarme. La inspiración y la disciplina deben estar juntas en el mismo lugar, pero conmigo siguen riñendo para siquiera mirarse a los ojos. Busco razones para escribir y darle sentido a la vida que se deshace en su inquietante destrucción.

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