septiembre 13, 2015

Berrinches de Novelista Novato #49: Con el corazón de pasaporte

Ilustración de Léonard Combier

Hace dos martes hablaba sobre la pérdida en mi psicoanálisis, sobre el temor a perder de vista a la gente con la que convivo en estos momentos. Pienso en las personas a las que he perdido en mi camino, en aquellos viejos amigos que siguieron rumbos paralelos y hoy son letra borrosa en el libro de mis historias, recuerdos que creí imborrables y que han comenzado a fugarse de mí.

Vivo en el temor constante de perder la memoria y de no ser lo suficientemente agradecido con lo que tengo, no recordar a la gente que me ha tendido la mano cuando lo he necesitado y con la que he disfrutado aquellos pequeños momentos que le dan sentido a mi existencia. Si fuera necesario, tendría que anotar los favores que he recibido, las oportunidades, las alegrías, incluso las críticas constructivas.

Quisiera que mi corazón acumulara sellos de viaje como hojas de pasaporte, como tatuajes de guerra. La gente siempre aspira a dejar huella en quien se cruce con ellos; ser ciudadano de mi mundo, sibarita de la gente que me rodea, podría ser la vocación del resto de mis días. Pienso en que no viviré demasiado tiempo, que se me fuga el tiempo entre las manos; debería entregarme de lleno, como si no hubiera mañana.

Cientos de historias han escrito la mía, mil fragmentos en el mosaico de este pequeño hombre que soy yo. Tendrán que pulirse mis sueños, hacerse una masa uniforme donde todos ellos sean testigos vivos, sangre que corre llena de oxígeno, agua viva que empape mi cara y la limpie con su pureza. Quizás ahí esté la única recompensa que pueda otorgarle a todos aquellos que me han dado un poco de ellos, la gracia de llamarlos mis compañeros de ruta.

Sólo de esta manera podrán sobrevivir en mis memorias; de alguna manera ya han trascendido.

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