febrero 04, 2013

Del Super Bowl XLVII

Joe Flacco y Anquan Boldin (Harry How / Getty Images)

Bendito sea el que meneó el switch, bendito los loas que provocaron el apagón que cortó la electricidad a la ciudad de Nueva Orleans y a su Superdome; ningún rapsoda hubiera sido capaz de relatar la historia que se vivió hace unas horas, la épica legendaria que ocurre cada año en la NFL, el Super Bowl XLVII.

Ya suena a canción trillada, incluso caí en el cliché el año pasado, pero la palabra fresca siempre se impone, éste fue el mejor que he visto en mi vida, no tanto porque ganara el equipo al que le iba, sino por todo lo que ocurrió. Si no vieron el juego, les garantizo que no lo van a creer, pero mejor vamos por partes para hacerlo más dramático.

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John y Jim Harbaugh en conferencia mutua. (Larry W. Smith / EPA)

Esta edición del "Gran Juego" enfrentaría por vez primera a una pareja de hermanos como entrenadores en jefe: el mayor, John Harbaugh, a cargo de los Baltimore Ravens (10-6); el menor, Jim, bajo el control de los San Francisco 49ers (11-4-1). En la semana, los padres de ambos hablaron sobre lo competitivos que eran sus vástagos desde niños, y dejaron claro que sería difícil ir a abrazar primero al perdedor; no me gustaría estar con ellos en la siguiente cena familiar. También era el encuentro de dos equipos que se habían quedado a un paso en la temporada anterior: los Ravens vencieron de gran manera a los Denver Broncos de Peyton Manning y a los New England Patriots de Tom Brady, mientras que los 49ers despacharon a los siempre competitivos Green Bay Packers y a los sorpresivos Atlanta Falcons.

La historia familiar de la familia Harbaugh no era la única que destacaba en esta edición del Súper Bowl; el duelo de mariscales siempre es algo que llama la atención. Por un lado, teníamos a un quarterback que buscaba la consagración, Joe Flacco; del otro extremo estaba un novato sensación con poco más de 10 juegos como profesional, Colin Kaepernick. En Baltimore había también otro gran cúmulo de historias: la del receptor Torrey Smith, a quien le asesinaron a su hermano a la mitad de la temporada, la del tackle ofensivo Michael Oher, el chico de Memphis que pasó de las calles al deporte profesional con ayuda de una familia blanca de abolengo, y la del mítico Ray Lewis, el líder absoluto de la defensa emplumada, que había anunciado semanas atrás que ésta sería su última temporada.

El Mercedes-Benz Superdome de Nueva Orleans sería la sede del Gran Partido por séptima vez en su historia; el clima no sería factor en el techo del gran estadio de los Santos; para cantar el Himno Nacional de los Estados Unidos estaría la inigualable Alicia Keys y para el lanzamiento ceremonial de la moneda, los nuevos miembros del Salón de la Fama elegidos el día anterior, entre los que estaba Jonathan Ogden, el legendario tackle izquierdo de los Ravens y primer miembro de Canton cuyos principales credenciales fueron llenadas con esta franquicia.

De primera vista, parecía que las cartas estaban marcadas para el segundo Super Bowl para los de Maryland, pero mejor vayamos a lo que pasó en el partido.

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Pocas como Alicia... ¡MUY POCAS! (Roland Martinez / Getty Images)

La primera posesión del partido fue para San Francisco, pero no pudieron concretar de inmediato; gracias a un fuera de lugar de San Francisco en tercera oportunidad, Flacco tuvo una nueva oportunidad, la cual no desaprovechó al servirle el balón a Anquan Boldin para el 7-0. Kaepernick logró conectar en su siguiente posesión con sus receptores para avanzar, siendo las manos de Michael Crabtree y Vernon Davis sus principales destinos, pero gracias a una captura de Paul Kruger, se tuvieron que conformar con un gol de campo.

San Francisco obtuvo la posesión del balón en el segundo cuarto, pero se vio frustrado gracias al balón suelto de su corredor LaMichael James, el cual fue recuperado por el liniero Arthur Jones. Flacco volvería a vacunar a los gambusinos con un pase de una yarda para su ala cerrada, Dennis Pitta. El joven Kaepernick confirmó el nerviosismo de los Niners en su siguiente posesión, al lanzar un pase de intercepción que terminó en manos del profundo Ed Reed, la cual no fue aprovechada por los de Maryland, quienes intentaron un engaño de despeje que se quedó a dos yardas. Después de un tres y nada de los de la bahía, Flacco volvió a quemar a los profundos rojos con un arcoíris para Jacoby Jones. El partido se fue al medio tiempo con marcador de 21-3; todo estuvo listo para el halftime show.

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Así se mueve Beyoncé... (Chris Graythen / Getty Images)

Los que conocen este blog y los gustos musicales de su capellán, saben muy bien que Beyoncé Knowles no es para nada mi cantante favorita; a lado de la otra gran compositora afroamericana de su generación, Alicia Keys, me parece que se queda corta en el plano meramente musical. Sin embargo, es bien sabido que tiene una gran voz, inconfundible y melódica, y que, a diferencia de la neoyorkina, esta texana es la mejor bailarina que ha habido en el R&B norteamericano desde Janet Jackson.

Fue un espectáculo demasiado sobrio para la personalidad arrolladora de la Knowles y para los delirios grandilocuentes de su marido, Jay Z, donde lo principal trató de ser la figura de Beyoncé por encima de cualquier audiovisual atrevido; de negro, en el límite del Parental Advisory, demasiado correcta, acompañada apenas por un escenario discreto, llamaradas de fuego y bailarinas. La gran sorpresa de la noche no fue el que su esposo no la acompañó, sino la pequeña reunión de Destiny's Child; sin duda, quedó claro quién era la estrella del trío, aunque Kelly Rowland y Michelle Williams aún conservan esos pasos de baile y esas armonías que volvieron a este grupo en uno de los más queridos de Estados Unidos.

En conclusión, la sorpresa no vino con Beyoncé; de hecho, era muy difícil que ella hiciera algo nuevo o escandaloso con su música o con su baile. Ella es una de esas cantantes cuya fórmula se ha vuelto tan canónica que no queda más que sólo degustarla... A ella, por supuesto.

Playlist: "Love on Top / Crazy in Love", "End of Time", "Baby Boy", "Bootylicious", "Independent Woman Pt. 1", "Single Ladies (Put A Ring On It)" y "Halo".

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Agarren a Kaepernick, que pronto tendrá otra chance...
(Ronald Martinez / Getty Images)

El comienzo de la segunda mitad no la pudo haber escrito ni el mejor de los dramaturgos de misterio; no me refiero al enorme regreso de patada de 109 yardas realizado por Jacoby Jones (récord de SB) que demostró que los 49ers andaban pensando en el frondoso y sólido trasero de Beyoncé durante el kickoff, sino por lo que iba a pasar dos jugadas después en la primera posesión del juego para ellos. Misteriosamente, las luces del Superdome comenzaron a apagarse, dejando en penumbras el juego; la causa era un misterio para la gente que veía el juego desde el estadio y desde sus casas, no se sabía si había sido culpa del Barón Samedi o de un mal fusible, pero el juego se vio detenido por más de media hora.

Cuando todo volvió a la normalidad, pareció que los 49ers se habían reencontrado con el juego que los caracterizó a lo largo de los playoffs y que los Ravens se habían quedado dormidos de la impresión. Kaepernick se volvió a encontrar con esa agilidad y esa vivacidad que le quitó el puesto a Alex Smith y, en base a jugadas de opción, logró conectar con Crabtree en la tierra prometida. Pocas jugadas después, recuperaron el balón y se pusieron a ocho puntos con una carrera de Frank Gore. Con el juego 28-20 y los Ravens en knockdown, San Francisco recargó la energía y apuntaba hacia un regreso monumental. Las cosas no podían ir peor para los emplumados, habían perdido a Haloti Ngata en la jugada del TD y Ray Rice perdió el balón en la siguiente posesión cerca de la 30, lo que significó una patada para David Akers.

Con 28-23 en el marcador, Flacco debió recuperar la compostura que lo llevó a esa magnánima instancia, pero gracias a la defensa de San Francisco, tuvo que conformarse con un field goal; Kaepernick, previa conexión con Randy Moss y carrera de Gore, volvía a ser la pesadilla terrestre perfecta con una gran carrera para poner las cosas 31-29, pero no pudo concretar la conversión de dos puntos que hubiera empatado el juego. Parecía que Flacco volvía a ser detenido, una interferencia de pase de Chris Culliver permitió una nueva patada del novato Justin Tucker. De nueva cuenta llegó Kaepernick a la zona roja, pero gracias al clutch de la defensiva morada no logró sacar los puntos; se discutirá por mucho tiempo la supuesta interferencia de Jimmy Smith sobre Crabtree.

Acorralados en su propio terreno, totalmente dominados por la defensiva de San Francisco, los Ravens requerían de una jugada grande de parte del menos sospechado de sus miembros: el pateador de despejes. Sam Koch tuvo que sacrificar dos puntos con un safety que terminó con el reloj en 0:04; con la patada de rechazo, la cual quedó en manos del corredor Ted Ginn Jr., quien fue detenido al intentar hacer el regreso monumental que hubiera roto todos los pronósticos.

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Dos SB's y futuro Salón de la Fama (Roland Martinez / Getty Images)

Los Ravens ganaron su segundo Gran Juego en 17 años de historia, siendo Joe Flacco el JMV del partido. En 2001, los de Maryland barrieron a los New York Giants con un despliegue sublime de la ofensiva; hoy, con un nuevo anillo en sus manos, el líder de esa unidad, Ray Lewis, se retira en todo lo alto después de una carrera monumental laureada de triunfos.

Otra temporada de la NFL voló, y sólo queda, como diría Pepe Segarra, la frialdad de los números. Pese al gran partido que dieron los de San Francisco, Baltimore logró liquidar la situación en los últimos momentos, evitando lo que hubiera sido un colapso monumental. Quedará para la historia este Super Bowl lleno de peripecias inimaginables para el más sagaz de los escritores.

Bendito sea el que meneó el switch...

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