febrero 16, 2012

De San Valentín, Amor y Mujeres: Un ensayo delirante

François Boucher (1703 - 1770)
"La Educación de Cupido" (1742)
Óleo sobre tela, 118 x 134 cm
Palacio de Charlottenburg, Berlín

El lunes, en un típico pensamiento para el timeline de Twitter, escribí lo siguiente: "Pensándolo bien, voy a terminar escribiendo un lovepost en el blog... Soy un cursi de lo peor..." En vista de que en muchos de los blogs que sigo se ha realizado una entrada relacionada de alguna manera con el día 14 de Febrero, no me quiero quedar atrás, aunque llegue con dos días de retraso. No quería armar un playlist, eso ya se había hecho en la radio; tampoco pensaba criticar clichés y consumismos, ni que fuera videobloguero; mucho menos iba a burlarme del amor, porque pese a todo tengo esperanza de que me conquiste.

A lo largo del día 14, después de haber visto cualquier cantidad de globos, rosas y demás regalos cursis en la calle; después de que mi hermana llegó con su novio a caramelizar el aire del departamento de mamá, y después de haber ido al cine a ver el último chick flick de Rachel McAdams (The Bow, bastante irregular), supe que esta entrada tendría que redactarla, aunque no sabía cómo y en qué iba a concluir.

Y es que, desde inicios del año, he estado pensando en ideas para un escrito relacionado con el amor, o mejor dicho, lo que yo veo en las mujeres que me llama la atención. Los que se han tomado la molestia de leer mi blog con atención, sabrán que soy un tipo que se encapricha fácilmente con las personas; no sé por qué, pero por alguna razón tengo necesidad de definir esas cosas que me gustan, sólo para saber dónde y a quién buscar. Quisiera comenzar hablando de ese niño llamado Cupido...

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Cada vez que pienso en el dios Cupido, no pienso en ese infante caprichoso de bucles dorados que lanza flechas a voluntad, que permite que el mundo rejuvenezca y que los animales se reproduzcan, aunque eso significara problemas entre los dioses y fatalidad para el mundo. Antes de comenzar con este ejercicio, busqué la pintura de François Boucher que corona esta entrada, porque define mi aspiración de amor: la pasión carnal desbordada debe tener algo de razonamiento y aprendizaje, sólo sería cuestión de citar a todos los escritores, artistas, filósofos, cineastas y músicos que han dicho algo sobre él. El dibujo de Durero que comparto en la parte inferior es un recordatorio: la dulzura del amor suele traer también dolor.

En el cuadro de Boucher, Mercurio, el mensajero de los dioses, instruye con poesía al niño Cupido, ante la mirada cándida de la diosa Venus. Considero, inspirado en este lienzo, que la línea debe ser muy delgada entre el eros platónico y la philia aristotélica, entre la carne y la virtud. No hablaré por el momento de otro concepto relacionado, el de agapé, que habla sobre el amor ideal y perfecto, porque es muy difícil de definir, y a menudo se asocia al amor hacia la verdad, o en la tradición bíblica, el amor a Dios.

Alberto Durero (1471 - 1528)
"Cupido el Ladrón de Miel" (1514)
Tinta y acuarela sobre papel, 22 x 31 cm
Kunsthistorisches Museum, Viena


El eros era una de las virtudes de la diosa del amor, y bajo este concepto, los griegos englobaban el amor físico; sin embargo, hay que mencionar que tanto la tradición filosófica como la mitología llegan a diferir. Mientras la literatura maneja el "amor a primera vista" como manifestación del deseo de una persona hacia otra, los pensadores han ampliado el término de significados: Platón lo considera, en El Banquete, como apreciación de belleza que aspira a la verdad (amor platónico), y Sigmund Freud lo reconoce como la pulsión de vida que se opone a la destrucción y a la muerte.

Por otro lado, la philia es un término que Aristóteles acuño en su Ética a Nicómaco para hablar del entendimiento en las relaciones humanas. Hay que tomar en consideración que el Estagirista observa la philia en diferentes tipos de vínculos, que van desde los amantes hasta los soldados de un mismo regimiento, o los pasajeros del mismo viaje. Sin importar el tipo de philia, uno de sus requisitos fundamentales radica en el entendimiento mutuo y correspondido entre las partes.

Dicho en palabras mucho más prosaicas, defino el amor como un conjunto inexorable entre tensión físico-sexual y afinidad de carácteres. Hasta el momento, no he dicho nada nuevo, y estoy seguro que muchos de ustedes buscan lo mismo que yo; el gran asunto radica en cómo encontrarlo.

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Hagamos dos escenificaciones, la primera de ellas ocurre en una noche de antro. Cuando una persona planea "salir de cacería" a un bar para conocer a una potencial pareja, ocurre un juego ritual muy semejante al de las cavernas rupestres. Imaginemos la noche de antro, en la cual cada individuo quiere verse lo mejor posible: la mejor ropa, el perfume más llamativo, el mejor peinado, etc.


Las luces de neón de los centros nocturnos son la versión postmoderna de las antorchas que permitieron al hombre primitivo internarse más en las entrañas de las montañas, quienes con diversas sustancias entraban en trance en búsqueda de la visión totémica de las fuerzas de la naturaleza; el alcohol es la droga social que desinhibe a las personas, que les permite atreverse a hacer acciones que no haría en otro momento.

Con el alcohol, las cosas se ven de otra manera, las palabras fluyen de otra manera, el ardor de la sangre es diferente; aquella chica que está en la mesa de enfrente se ve notablemente más atractiva que dos shots de tequila antes, el oficinista de la barra afloja su corbata, se arremanga la camisa y comienza a pavonearse para llamar la atención de la mujer con busto prominente que se encuentra a su lado, y el fulano de pantalones pegados y camisa desabotonada comienza a observar con más cinismo al joven de cara chapeada que baila en la pista.

La comunicación verbal es torpe, las miradas se tergiversan ante la cambiante iluminación y ante el efecto relajante de la bebida; las pasiones fugaces, los encuentros casuales, el one-night stand, parte volátil de un enamoramiento interrupto; quizás no sea lo que estoy buscando, pero nunca se sabe a quién nos podemos encontrar.

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Siempre he sabido que me gustan las chicas listas, las que se saben bonitas pero también inteligentes; no se trata necesariamente de las mejores de la clase, ni de las de los ojos más bonitos o el cuerpo más armónico, son más bien una combinación extraña de las dos. No le diría que no a una mujer fiestera, de hecho tengo fascinación por ellas, pero ante todo busco a las que discuten en la sobremesa, a las que recorren museos, leen libros, tienen buena redacción y caminan por la ciudad con su cámara en mano. Prueba fehaciente de esto radica en mi lista de blogs y en los perfiles de mis amigas. Por experiencia, sé que este tipo de chicas son las más difíciles de conquistar, sus aspiraciones están claras, buscan un tipo muy diferente a mí.

Pongamos una segunda escenificación, la cita a ciegas. Supongamos que un conocido me propone que conozca a una de sus amigas, de la cual nunca he visto una fotografía a detalle; un encuentro de este tipo siempre será un volado, no conozco su voz, ni su ortografía ni la calidez de su mirada. Llega el día, cumplo el ritual del arreglo personal, quedamos en un lugar, en una señal y en un horario. La primera vista cuenta, pero no hay forma de dar marcha atrás. Quizás no se trate de la mujer más bella, pero logra encerrarme en su conversación, con las preguntas y los temas indicados, con la pasión desbordada que es irresistible y atractiva.

El café se apura, la conversación entra en un clímax de ambición y de interés; hay un momento en el que te das cuenta que la persona vale mucho la pena, pero siempre hay un problema, que es tal la afinidad que es difícil arriesgar a dar el siguiente paso. Aquí radica mi gran vicio, me niego a intentar un movimiento agresivo, lo mismo que me pasa con el ajedrez; soy experto en coleccionar amigas que podrían ser algo más. Algunas de las mujeres que he conocido no son mi tipo desde el punto de vista físico, pero que es tal su inteligencia que son irremplazables para mí; lo sé, soy un tipo demasiado elitista desde en eso. Al final de la cita, he concluído que no soy del tipo de la chica, que no habrá nada más; la segunda cita queda asegurada para seguir conversando de algún tema que nos apasione.

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Finalmente, después de tantas palabras, mi construcción de la mujer perfecta es una labor extraña; los que saben de seducción suelen decir que un hombre debe saber qué busca en su pareja ideal para poder lanzarse a buscarla, en todos sus aspectos y particularidades.

Siempre me han gustado las mujeres de ojos grandes, de cabellos abundantes y oscuros; me suelo fijar en los rostros redondos, en los lunares en los pómulos y en las sonrisas amplias. Me gustan las chicas en little black dresses, faldas arriba de las rodillas, mangas cortas y pullovers; los zapatos me encantan, creo que dicen cosas de las mujeres que la ropa podría sesgar, dónde estuvo la persona, su forma de caminar, a dónde se dirige, sus gustos y sus aficiones. No soy del tipo que busquen chicas demasiado delgadas, ni demasiado grandes, pero esa exigencia es demasiado frívola; la mirada profunda y un toque de sex appeal son más que suficientes.

La cultura general me mata, siempre encuentro un reto extra en aquellas chicas que deslumbran con su conversación, con su vocabulario y con su gestualidad; que sean apasionadas, con gustos que desborden sus palabras y el brillo de su mirada al hablar. Soy un obsesivo de las buenas ortografías y de las letras bonitas, también me atraen las chicas que dibujan o que hacen algo relacionado con lo visual; aquellas que cantan o tocan algún instrumento suelo encontrarlas misteriosas, pero tienden a ser muy alivianadas y agradables.

¿Existe una mujer en el mundo que esté cercana a esas descripciones?, ¿Dónde la encuentro? Por ahora, sólo tiene cabida en mis sueños...

2 comentarios:

  1. Acado de leer tu entrada casi sin parpadear, me interesó muchísimo porque me siento muy próxima y pese a que me de igual la fecha en cuestión, me pasa lo mismo con los chicos; no soy exigente, pero siempre busco ciertos detalles como la cultura, conocimientos en general, zapatos, etc. Cosas que ya has mencionado.

    Me gustó bastante leerte.

    Saludos.

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  2. Gracias Ibeth, siempre es un placer...

    No debería ser cuestión de ponerse exigente, sino de tener claro lo que se busca. Va a ser muy difícil encontrarlo todo en una sola persona, pero si es posible llegar a lo más depurado, qué mejor.

    Muchos abrazos y nos estamos leyendo...

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