abril 01, 2011

Detalles #3: "Oír las Aguas" de Tomás Sánchez


Recuerdo que hace algunas semanas tuve un sueño en el que gustaría asomarme de nuevo.

Como en la gran mayoría de ellos, sólo logré rescatar pequeños fragmentos: Árboles abundantes y altos, extensos pastizales, varios edificios de ladrillo, caballos, tigres, elefantes, fríos vientos sonoros y el rastro de una mujer a la cual perseguía con desesperación.

No sabía qué estaba buscando. Según aquellos borrosos pedazos de imagen mental, yo perseguía pero también era perseguido. Había habitaciones de tonos rosados y anaranjados en esos largos edificios de adobe y cemento que, aún cuando aparentaban calor de hogar, me daban sensación de aislamiento y claustrofobia.

Aquella mujer, cuyo rostro nunca vi o no recuerdo, no se dejaba alcanzar. Detrás de mí un tigre me perseguía con su velocidad endemoniada, interrumpiendo mi sueño con un sobresalto que me agitaba cada vez que regresaba a esta tan matérica realidad.

Los caballos a mi paso, corrían indomables y libres, entraban a las habitaciones en parejas, relinchaban con pesada melancolía, agitaban con garbo sus crines retando a los cortinajes del cielo nublado. Una familia de elefantes caminaba con ritmo pausado rumbo a las profundidades de lo que en mi subconsciente quedó pendiente.

Estoy seguro que aquella mujer me llevaba hacia un lugar idílico, como el de los lienzos del cubano Tomás Sánchez. Un sitio donde el agua viva recorriera los sentido, donde el sonido fuera latidos, donde la luz durmiera serena, donde los astros se detuvieran ante un reflejo de perla.

Entonces aquella doncella me regalaría su rostro para darle un dulce despertar a un nuevo día.

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Tomás Sánchez (Cienfuegos, 1948)
"Oír las Aguas" (1995)
Acrílico sobre tela, 122.5 x 150 cm
Colección Particular

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