junio 07, 2009

Metallica en México, Junio 6 de 2009

James Hetfield amenazando a la Ciudad de México (metontour.com)

Eran las 11 de la mañana cuando sonó mi despertador. Se supone que J.C. debía hablarme por esas horas (me había hablado un día antes). Traté de esperar, me acurruqué buscando de nuevo el sueño. Pasaron 36 minutos para que me hablara: "A las 3 te veo en el metro Puebla, sé puntual que no voy a poder estacionarme. Volví a preparar mi despertador para las 13:15...

Desperté 12:55, busqué algo qué comer. Sin éxito, me bañé y me vestí. Llegó mi papá por mi hermana, iban a ir a la plaza, me botó en una sucursal de una cadena de comida rápida (la de las coronitas de cartón). Comí, regresé a mi casa porque había olvidado mi celular y mi iPod. Me dirigí al metro pensando que no llegaría a tiempo, corro al transbordar de línea y hago caso omiso a las rolas de Metallica que corren en mi reproductor, como si mi mente ya esperara algo más intenso.

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Eran las 15:00 cuando bajé en el metro Puebla. Miré mi celular con nueve llamadas perdidas y apuré el paso (no fue porque yo llegara tarde, sino por el tráfico que J.C. se encontró). J.C.H.V. me esperaba en su coche para que nos dirigiéramos al Foro Sol, estadio de béisbol que también funge como tribuna del Autódromo de los Hnos. Rodríguez. Entre preguntas sobre el concierto anterior (Jueves 4), al cual asistió también, y rolas de Muse, llegamos a la entrada 8 del recinto tranquilamente. Nos quedamos a esperar a dos de sus cuates, quienes llegaron 15 minutos después. Recuerdo que conversamos sobre la visita que Hetfield, Ulrich, Hammett y Trujillo habían hecho el día anterior a la zona arqueológica de Teotihuacán.

Camino a la entrada, un río negro de gente se metía con los encargados de la misma. Todo tipo de personas, de todas las edades, fresas, colados y muchos metaleros de cepa aguardaban a que las revisiones y la pedantería de los de seguridad les permitieran tomar su lugar en la pista. Con silbidos, cánticos europeos y referencias maternales, los asistentes tomaban su lugar.

Ya en la pista (General A, o mejor dicho, justo frente al escenario), me dediqué a evadir el sol, a hidratarme y a soportar el dolor de piernas de la espera. Rolas metaleras sonaban en las bocinas, hasta que algún güey tuvo la idea de repasarnos la discografía de Ramones y de Mötley Crue. Lo interesante era ver a los de tramoya escalando el escenario con gran agilidad, montando y desmontando luces, bajando en cuerdas con asombrosa habilidad. "Les pagan muy bien" comentaban atrás de mí. "Se le olvidaron las pinzas, se volvió a subir por ellas", gritó otro.

Algunos de esos tramoyeros fueron la botana de la banda, quienes les aventaban basura y los ovacionaban burlonamente. Podríamos recordar motes como "Machete" (un cuate que traía un sombrero enorme, parecido enormemente al "Sopitas", conductor de radio en Reactor 105.7 del cuadrante capitalino) o "Tamagochi" (un cuate flaquísimo de rasgos orientales con una playera holgada de Tokio Hotel), quienes veían detalles de iluminación a ras de suelo, o a "Kill Bill" (bautizado así por su parecido al recién finado David Carradine, quien hiciera el papel de Bill en la saga de Tarantino), quien estaba encargado de los instrumentos de Avenged Sevenfold.

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Dieron así lentamente las 18:30 cuando apareció Resorte, banda mexicana que años atrás fue una de las más fuertes en nuestro país. Lo siguen haciendo muy bien, con muchas ganas y con la misma furia que los ha caracterizado, pero qué lejos están de aquel Resorte que cerró el Vive Latino hace ya más de 7 años. La gente se metió con ellos debido a lo prolongadas de sus canciones ("América", "Chínguense", "Rojo", "Rebota" y "República de Ciegos" figuraron en su playlist). Pese a que al inicio hubo una avalancha de gente, ocurrió lo que siempre pasa, el público se apagó. No hubo pena ni gloria para los nacionales en esos 45 minutos. (Quizá lo mejor fue ver a "Queso", bajista, sudar la gota gorda retando a los que pedían que se bajaran del escenario)

Tomó media hora armar el escenario para la siguiente banda, Avenged Sevenfold, unos metaleros californianos ya con bastante kilometraje recorrido. Debo decirlo con sus palabras: Son buenos. M. Shadows, el cantante, es una especie de mezcla entre la actitud y el manejo de escenario de un Bob Halford con paquete y tesitura de un Phil Anselmo, y con la arrogancia de Axl Rose "cuando era Axl Rose". La banda toca bien, son irreverentes, ruidosos, sus instrumentos estaban chidos, y cada integrante sabe tomar la iniciativa hacia la gente. Algunos fans de esta banda se encontraban entre el público, a quienes incluso les llegaron a mandar saludos. No paró, sin embargo, la lluvia de vasos, pero al parecer ninguno llegó a golpearlos. Tampoco cesaron las injurias, referencias al peinado estilo emo de Zachy Vengeance, guitarrista. Los empujones empezaron a ponerse intensos, lo que me movió de estar frente a la parte derecha del escenario a quedar un poco más atrasado, pero más centrado frente a la banda. No faltó en esa ocasión el gracioso que dejó su destilado servido en un vaso de cartón. Los empujones y las refrescadas de memoria se volvieron la ley. Como detalle cómico, una provocación fue bastante bien respondida por M. Shadows (con referencias a con quién dormiría la novia de un enfurecido fan esta noche). Destacaron "Afterlife", "Scream", "Dear God" y "Almost Easy".

Eran las 20:30 cuando terminó el segundo acto. Aún recordaba las palabras del vocalista de la última banda: "Ahora que la Ciudad de México ha descargado toda su furia, ¿Están listos para Metallica?" Yo estaba listo desde hacía varios días, pero la espera se alargó casi por hora y quince minutos. Ya se veían en el escenario a tipos afinando diferentes guitarras y bajos, como las Gibson de James Hetfield y el set de batería de Lars Ulrich. Todo se preparaba como un set de grabación (se utilizará material de video para un próximo lanzamiento en DVD), con el cuidado de que cada detalle estuviera listo. Las luces que se apagaban y las canciones que terminaban en el sonido de las bocinas estaban dando falsas señales. La gente seguía con los empujones y el calor humano empezaba a asfixiar con creciente fuerza. Las playeras de los tipos a mi alrededor ya guardaban el sudor de varias horas, volviéndose trapos mojados. Algunas mujeres, y uno que otro hombre menos voluminoso en físico, fueron los primeros en desistir a las inclemencias de la pista, por lo que se replegaron del centro antes de comenzar el evento cumbre. No hubo quien aventara agua para los demás, y cada viento que soplara, por más mínimo, se agradecía. Había un magnetismo especial en todo el estadio, olía ya a peligro y a destrucción...

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No terminaban aún de dar las 21:45 cuando todas las luces del lugar descansaron para dar entrada a las eminencias esperadas. Comprobé que la horda de locos que los esperó durante tantas horas no entiende de críticas destructivas hacia álbums desafortunados o mal juzgados, ni de esperas prolongadas de pie durante varias horas, ni de problemas internos relacionados al alcohol, ni de rotaciones pretenciosas en MTV. No había otro sentimiento en sus gargantas, en sus gritos y en sus saltos que no estuviera relacionado con el amor incondicional a Metallica, uno de los pilares fundamentales del metal - y, le pese a quien le pese, piedra estructural de la música de nuestros tiempos.

Si bien James Hetfield sigue teniendo esa cara de maldito y esa voz cavernosa capaz de volverse un estruendoso aullido, ya no tiene aquella melena dorada y movediza de antaño, sino unas grandes entradas entre la brevedad de su cabello. Si bien Kirk Hammett no ha perdido su habilidad para escupir orgásmicos riffs de guitarra sin siquiera hacer un mínimo esfuerzo, sí ha perdido el retrato de Dorian Gray que lo mantuvo congelado en el tiempo durante la década pasada y a inicios de ésta. Si bien Lars Ulrich ha recobrado la fuerza y la vitalidad que lo volvieron un Dios de la batería en los tiempos clásicos de la banda, su pasado violentamente vicioso parece aún una secuela en su muy delgado físico. (Punto y aparte es Robert Trujillo, quien llegó a la banda relativamente hace poco). Algo debe quedar claro, el Rock, y la música en general, no tiene edades, tampoco los que aman la música, ya sean fans, músicos, críticos o productores. Si bien el físico de la banda ha cambiado por el irreversible tiempo, no ha causado estragos en su energía arriba de un escenario.

De la oscuridad surgieron escenas de "El bueno, el Malo y el Feo", película de spaghetti western de Sergio Leone, con la canción "The Ecstasy of Gold", de Ennio Morricone, introducción clásica de la banda. Había perdido la selección mexicana (con minúsculas, sin comentarios) contra su similar de El Salvador por 2-1, pero poco importaba ante el frenesí que causaron los primeros acordes de "Creeping Death", a la que siguieron "For Whom the Bell Tolls", "Ride The Lighting" y "Disposable Heroes", creando un primer acto lleno de poder. En general, el playlist de este concierto tuvo una mezcla de clásicos de la época anterior al Black Album, canciones del nuevo material y otras de los "discos fresas" de la banda. No se tomaron en cuenta canciones de dos álbums: el incierto "Load" y el infravalorado "St. Anger".

Y entonces, se hizo "One": Entre un espectáculo de lanzallamas y fuegos artificiales acompañó a la bélica introducción. Fue el primer gran momento de las 60000 personas que abarrotamos el Foro Sol (la primer letra que todo mundo se sabía bien, pues). "Broken, Beat and Scarred" fue el primer corte del nuevo álbum tocado en la noche, al cual le siguió "Sad But True". Llegó un momento tranquilo con el cover de Bob Seger "Turn the Page", sólo para volver al éxtasis furioso con el nuevo clásico "All Nightmare Long". Destaco en este momento los solos de Hammett y Trujillo, así como la nobleza de las palabras de Hetfield hacia el público.

"The Day That Never Comes" fue otro gran momento del concierto, con sus tremendos cambios de compás e intensidad. Encadenada, "Master of Puppets" y el total pandemónium. El escuchar a miles de gargantas a la voz de "MASTER" es algo que se debe de vivir al menos una vez. "Fight Fire With Fire" fue un momento que calmó los ánimos anteriores, y "Nothing Else Mathers" fue el instante de los encendedores y las luces de celular. Los alientos y los músculos se volvieron a acelerar con "Enter Sandman" y la pirotecnia incluida. Como maestros titiriteros, los cuatro jinetes del Apocalípsis jugaron con el respetable hasta aniquilar su razón y supeditar su sentido al suyo. El escenario fue abandonado totalmente una vez más...

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El encore vino unos minutos después con el cover "The Prince", al cual siguió "No Remorse". Sin embargo, lo que se esperaba era "Seek and Destroy", canción indispensable para un concierto de Metallica, y que extrajo el último gramo de energía de la gente. Si bien la noche fue redonda, siempre hacen falta algunas rolas y nunca se podría llegar a un consenso de cuáles. Al terminar la cátedra de desenfreno metalero, cada uno de los integrantes agradeció - como pudo - por la entrega. (Esperaba algo más de parte de Trujillo, y me sorprendí con la pronunciación que Hetfield le da al Español. Hammett debió hablar en inglés, como lo hizo Ulrich). La gente salió más que contenta, muchos de ellos teniendo aún boleto para la presentación del día siguiente.

Medianoche. Después de reencontrarme con J.C.H.V. (a quien le perdí la vista al comenzar el plato fuerte de la noche) y con sus cuates, nos dirigimos a los autos para salir. Grosero estuvo el precio de los souvenirs en las tiendas "oficiales" (MX$280 - 300, y además, exhibiendo imperdonables errores de dedo, como el escribir CUIDAD en vez de CIUDAD), pero finalmente me hice de una playera de puesto ambulante por un tostón (MX$50, eso de comprar los souvenirs al final deja para ahorrar).

La garganta seca, los cabellos despeinados, la ropa sudada, los dolores en los pies y la sonrisa en la boca eran constantes en las calles de alrededor. La luna de hoy fue llena como la sensación que me dejó esta noche de locura metalera. Los autos tronando al compás de "... And Justice for All", las patrullas, los taxis y las procesiones hacia los transportes colectivos enmarcaban el panorama. Metallica cumplió con creces en el segundo de sus tres conciertos de la escala mexicana de su "World Magnetic Tour". Después de esta visita, la banda reanudará el tour europeo en los países escandinavos y en diversos festivales europeos de verano.

Llegando a casa, actualicé mis estados en las redes sociales con una simple palabra: METALLICA!!!. Mi metalero interno, tan oculto y tan tímido, tuvo su primer gran instante de locura y desenfreno, y difícilmente lo olvidará. Habiéndome tomado dos Cafiaspirinas para los diversos dolores, comí pay de zarzamora para regresar a mi noctámbula realidad...

De repente, me puse a pensar en Alicia Keys...

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